Un año más despedimos la Feria de
Miniaturas de Tom Bishop en Madrid de hace unos días, en
la que como siempre ha sido para mí un placer participar, y poder estar en
contacto con gran parte de las personas que, de una manera u otra, valoran y se
interesan por mi trabajo. Es muy reconfortante ver la gran cantidad de personas
que se acercan a la mesa de Mi Patio Escondido, no ya a comprar, sino también a
saludarme, o hasta obsequiarme con regalos (gracias Carmen y Flori). Para todas ellas, el más
sincero agradecimiento y cariño.
Ha sido ésta una feria marcada en buena
medida por las ausencias, y por lo tanto por cierta nostalgia, en algún caso,
además, agravada por la retirada de algunos compañeros, y por la tristeza
añadida por los que nos dejaron para siempre. Por otra parte, hemos echado
mucho de menos a bastantes artesanos en activo cuya sola presencia y categoría
humana y artística, engrandecen cualquier evento de este tipo, además de servir
de estímulo a los demás artistas y, por supuesto, a gran parte del público.
Demasiadas ausencias que nos deben hacer reflexionar
a todos en este mundillo: organizadores, artesanos, expositores y aficionados;
sobre las circunstancias que pueden estar detrás de que una feria como ésta, de
las más importantes de Europa, en la edición de este año presente 15
expositores menos respecto a su edición anterior, y 28 respecto a la de 2015.
Es decir, alrededor de un 25% menos que hace dos años, lo cual, aun
desconociendo datos concretos sobre la cantidad de visitantes, muy
probablemente signifique que la caída en la afluencia de aficionados haya
tenido la misma proporción, como así pareció a simple vista.
Entre todos debemos buscar soluciones, y aunque
no la única, una de las más importantes podría estar en mejorar la promoción de
nuestra afición entre las generaciones más jóvenes; y no hablo solo de
publicidad, sino de trabajar todos en este sentido desde nuestras propias
familias y hogares, de la manera más sencilla posible, simplemente jugando con
nuestros hijos y nietos, y a ser posible con casas de muñecas.
O apartamos un poco tantas pantallas de
nuestras vidas, en beneficio de los juguetes, los juegos y la imaginación, o
esta afición nuestra tan bonita se acabará perdiendo, y eso desde luego sería
una pena y una auténtica desgracia para todos: organizadores, artesanos,
expositores y aficionados.